El cambio metabólico durante el ayuno activa señales de reparación, reciclaje y protección contra el daño en las células. En concreto se inhibe la señalización conocida como mTOR, encargada de la producción de proteínas, y de esta manera se ahorra energía y recursos. Se elimina y recicla el material celular dañado mediante los procesos conocido como autofagia y proteostasis. Además, se produce un aumento de proteínas antioxidantes, y se activan señales de reparación del materia genético (ADN).
Asombrosamente, el ayuno repetido de manera intermitente, hace que el cuerpo se adapte y sea resistente a un estrés posterior. Esto se debe a que el cuerpo mejora progresivamente, con reducción en la presión sanguínea, la inflamación, la grasa abdominal, un aumento en la sensibilidad a la insulina que previene la glucemia, y mejoras en el metabolismo de lípidos (reducción del colesterol) y salud intestinal. Además, se generan células madres con plasticidad para regenerar órganos y tejidos.
Estas mejoras corporales llevan a la resistencia a enfermedades, y se intensifican si además se practica ejercicio.
Los efectos son tales, que en estudios clínicos se esta viendo que el ayuno intermitente lleva a una mejora de la memoria en personas mayores, al mejor funcionamiento del corazón, reduce la inflamación y previene la arteriosclerosis, puede suprimir el crecimiento del cáncer y extender la vida en pacientes enfermos, entre otros beneficios.
Por desgracia, nuestro estilo de vida actual con comidas en excesos y una vida sedentaria, suprimen todos estos mecanismos de ahorro y reparación.